¿Por qué profanar la palabra cuando podemos callar? A veces, el silencio es un deber.
¿Por qué profanar la palabra, cuando los hechos son más sagrados cuando te muestro mi amor? De silencios podemos alimentarnos, amarnos.
Nuestros silencios pueden ser prisiones, tumbas inútiles (pero, qué tumba es útil), o pueden ser lugar de encuentro, intimidad.
En nuestros corazones y mentes está decidir cómo construir nuestros silencios.
Pero, ¿acaso el silencio no es vacío, nada, ausencia?, ¿cómo llenar un espacio ausente? Paradoja exquisita, conundrum audaz.
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